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EUROPA


Cuando el 9 de mayo de 1950, cinco años después de la finalización del segundo gran conflicto mundial, se dio por creada la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), fue el momento origen de lo que más tarde sería la Comunidad Económica Europea, nacida al amparo del "Tratado de Roma" en el año 1957 y que fue rubricado por Alemania Federal, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo, y los Países Bajos.

La ingente tarea de acometer la reconstrucción de Europa, devastada en lo material y despoblada en lo humano tras seis años de guerra, propició que se unieran voluntades y esfuerzos para lograr el objetivo de crear una nueva Europa; no sólo en lo económico, si no en lo político.

Poner en marcha la brutal maquinaria de la reconstrucción, precisaba de un elemento que había sido esquilmado durante el conflicto: Mano de obra joven.

Con más de cien millones de bajas, entre muertos, heridos y mutilados, las disposiciones de mano de obra que trabajaran en fábricas y obras civiles eran escasas.

Los países afectados tuvieron que recurrir a importar mano de obra extranjera que cubriera ese déficit. Esa fuerza de trabajo se encontraba, fundamentalmente, en sus colonias africanas que no había sido castigadas por el conflicto bélico.

Nació un movimiento migratorio, de gran envergadura, que trasladó hacía Europa a miles de familias que se asentaron a lo largo y ancho de la "hambrienta" Europa.

Muchos de estos individuos, procedían de países cuyas raíces culturales y religiosas, poco o nada tenían en común con la cultura europea de la época.

Todos ellos fueron aceptados como un "mal necesario", y nunca considerados como iguales. Relegados a vivir en barrios marginales, convertidos en auténticos guetos, formaron sus propias comunidades impermeables a la cultura de los países en lo que se habían asentado.

Los cambios sociales y políticos que se produjeron en Europa y América derivados de la Guerra de Vietnam y de la "Revolución de mayo del 68", dieron lugar a unos sentimientos antibelicistas que tuvieron su reflejo en el mundo "Hippy" y su famoso slogan " Haz el amor y no la Guerra".

Buena parte de la sociedad europea abandonó el marco de referencia moral de la Religión en sus vertientes Católica y Protestante, y los cambió por valores de un hedonismo exacerbado que también tuvo su slogan particular: "Sexo, drogas y rock an roll".

Olvidados, por la mayoría, los orígenes y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial; recuperada Europa económicamente, se entró, socialmente hablando, en una época de laxitud intelectual. Con una población que, mayoritariamente, disfrutaba de estabilidad económica, pensó y creyó que ese era el modelo de social que debía imperar en el mundo entero. Sin embargo, habían olvidado a aquellos hombres y mujeres que llegaron en los años 50 y que, aunque no se les quisiera ver, estaban ahí. Hombres y mujeres que tuvieron hijos, a los que se les inculcó su cultura y su Religión, y que siendo ya ciudadanos de pleno derecho de la Unión Europea reclamaron su espacio cultural.

Fue entonces cuando comenzamos a darnos cuenta de que no todo el mundo tenía un marco de referencia social como el nuestro; que había muchos ciudadanos europeos que mantenían incólumes sus formas de vida de las que desconocíamos casi todo.

Conocedores de sus derechos como ciudadanos, los reclamaron, y afloraron a las calles y plazas de todas las ciudades europeas. Abandonaron sus guetos y fueron tomando el lugar que les correspondía en la nueva Europa. Hombres y mujeres de todas las edades nos mostraron su manera de vivir, algo que provocó los primeros conflictos. Al margen de la Religión, que por esos años ya no importaba al ciudadano medio, el papel de la mujer en las culturas foráneas, chocó frontalmente con la filosofía de vida occidental respecto a sus derechos e igualdades.

Lo que inicialmente pudo parecer algo pasajero y que en breve plazo terminaría con la integración común, se devino en quimera. Las profundas raíces culturales no sólo no habían cambiado, si no que se habían radicalizado hasta extremos inimaginables.

La crisis económica del final del siglo XX, no ayudó demasiado a resolver el problema; como tampoco lo hicieron los conflictos que se desarrollaron en el marco de los países árabes. Miles de jóvenes se vieron por las calles de ciudades y pueblos de Europa sin otra cosa que hacer que cocer un odio racial y religioso contra el "Infiel", alimentado en múltiples lugares de reunión donde, interesados líderes, se encargaban de mantener vivo, y avivar aún más, el odio hacia lo que denominamos "Civilización Occidental".

Frente a una sociedad europea desarmada de valores de referencia; dividida en sus ideas hasta extremos insospechados; sumida en el "buenismo"; se encuentran otra sociedad, también europea, que busca por todos los medios posibles, reducir a escombros nuestra forma de vida, recurriendo a la más cruel de las barbaries si ello fuera necesario.

Este fenómeno, no es nuevo en la Historia de Europa. Ya ocurrió hace muchos siglos, y los pueblos de Europa tuvieron que defender sus territorios, su Cultura y su Religión.

Quizás ha llegado el momento de desempolvar los viejos libros de Historia.


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