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EL MERCADILLO


Es tradición antigua, en las ciudades y pueblos de España, celebrar un día a la semana populares "Mercadillos" en los que, a precios económicos, se ofrecen una gran variedad de productos; desde frutas y verduras, hasta ropas y calzados, sin olvidar las baratijas de todo tipo.

Son lugares donde se produce una alegre algarabía, en la que se entremezclan los pregones de los vendedores ambulantes con las demandas de los compradores que regatean el precio de las mercancías.

Tienen estos "Mercadillos", un sabor popular y un colorido alegre y bullanguero que infunde vitalidad.

Hace unos días se ha abierto el "melón" de la convocatoria de las Elecciones Generales, y como sucede cada cuatro años, los partidos políticos se disponen a montar su propio " Mercadillo". Es este un "Mercadillo" muy distinto al tradicional. Frente a las frescas verduras y frutas que podemos encontrar en estos, el de los partidos es un lugar en el que la fruta y la verdura que se vende está podrida.

Los habilidosos "tenderos" de la política, barnizan sus productos para dar la apariencia de ser piezas frescas y de calidad; con grandes voces animan a los visitantes del mercado a que compren sus productos, que definen como de la mejor calidad.

Lo más atractivo de las mercancías de este peculiar mercado, es lo económico que resulta su adquisición: únicamente cuesta un voto.

Recorriendo sus calles formadas por los "tenderetes" de los partidos, los clientes potenciales escuchan cómo los voceros pregonan sus bondades; quienes ofrecen trabajo para todos; quienes prometen salud y bienestar a raudales; otros, el fin de todas las preocupaciones de la vida para los clientes que les compren sus promesas.

A medida que el tiempo avanza, el ruido en el "Mercadillo" llega a ser ensordecedor; las ofertas se mejoran; se regalan dineros, servicios, viajes, la felicidad completa, si fuera preciso; todo, por conseguir que los clientes abran sus carteras y les den su voto.

Muchos, terminada la jornada de compras, regresan a sus hogares, felices por la buena elección que han realizado, y que, seguro, pondrá fin a todas las penurias que hasta ese momento les ha tocado vivir.

El vendedor les ha dicho que no abran el producto de inmediato, pues necesita un periodo de adaptación; que ya verán cómo a medida que pase el tiempo irá ganando en verdor, frescura y lozanía.

Sobre el mueble principal del salón de la cas lo colocan, y cada día observan los cambios que deben producirse. Con no poca sorpresa, contemplan que, lejos de mejorar, el producto comienza a enmohecer y a desprender un olor que se hace por momentos más nauseabundo.

El cliente se siente engañado y sin hacer caso de los consejos del vendedor, decide abrir el fruto. Lo que se ofrece a sus ojos, es algo inesperado: no hay nada; sólo unos pocos gusanos que han dado buena cuenta de la rica pulpa.

Se siente engañado, y decide ir a protestar ante el vendedor; pero, oh, sorpresa; el vendedor, ya no está; tampoco existe el mercado. Al preguntar a otros compradores que también han ido a protestar, le dicen que el mercado no volverá a abrirse hasta pasados cuatro años.

Unos a otros se consuelan mutuamente, y se prometen no volver a comprar lo que se venda en tan estrafalario " Mercadillo".

Sin embargo, ¿cumplirán su promesa? Es muy probable que no. A los cuatro años, volverán a recorrer los "tenderetes" de los partidos, y unos y otros repetirán el ceremonial de la compraventa de las mismas mercancías que se ofrecieron cuatro años atrás.


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