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VIDA Y MUERTE


Es bastante común oír y decir que la muerte forma parte de la vida. Creo que es más acertado pensar, que la vida forma parte de la muerte.

Nadie sabe si nacerá; pero, todos tenemos la seguridad de que moriremos.

Uno de los grandes dilemas que el Hombre aún no ha resuelto, es la de diferenciar entre vivir y estar vivo. Sobre esta diferenciación existen tantas opiniones como seres humanos sobre la faz de la Tierra, y todas, seguramente, acertadas.

La reciente muerte de una niña en España, en situación de enfermedad irreversible, ha vuelto a reabrir las dudas de muchas personas, entre ellas yo, sobre la distinción entre vivir y estar vivo.

A diferencia del cierto consenso social que se ha logrado en el espinoso asunto del aborto; tratar legalmente el tema de lo que se ha dado en llamar "Muerte Digna" resulta mucho más complicado y complejo, tanto desde el punto de vista jurídico como el social y emocional.

Diferentes intereses y sentimientos se entrecruzan y dificultan la toma de postura por parte, tanto del legislador, como ,de quienes deben tomar la decisión final de interrumpir una vida.

A diferencia del no nacido, al que no le asisten derechos civiles, el enfermo terminal sí es sujeto de derechos y obligaciones; sin embargo, entre esos derechos no le es reconocido el de decidir sobre su propia vida. Mientras otros sí pueden decidir sobre cómo hemos de vivir; el individuo, no puede decidir sobre cómo quiere terminar sus días; algo que me resulta paradójico.

Ni siquiera la voluntad libremente expresada en el denominado "Testamento Vital" tiene un valor definitivo a la hora de su ejecución. Las enormes trabas, de todo tipo, que encuentra su aplicación lo hacen, en la práctica, casi inútil.

Sólo en sociedades en las que determinados tabúes han sido superados y aceptada la voluntad de los individuos, han conseguido llevar a sus legislaciones el cumplimiento de esa voluntad, haya sido hecha de manera expresa en documentos oficiales, o de forma explícita en la manifestación de su voluntad.

En el caso que hemos vivido en España en días pasados, me ha resultado muy chocante, que la voluntad de terceros haya sido la que ha propiciado el desenlace final. Ni padres, ni enferma, han podido decidir; ha tenido que ser la decisión, o mediación, de un juez quien pusiera punto y final al tortuoso camino emprendido por unos padres, ansiosos por librar a su hija de un sufrimiento inútil.

En los hospitales de todo el mundo, miles de seres humanos viven en estado vegetativo, o cuasi vegetativo, durante largos periodos de tiempo, en un absurdo empecinamiento por alargar una vida que no es tal.

Tendidos, inmóviles, en una cama de hospital, se les mantiene con vida de forma artificial en un viaje que, en la mayoría de los casos, no tiene ningún destino; únicamente, transmiten dolor a sus seres queridos que han de ver día a día como transcurre un viaje que nunca abandona la estación.

Todos los hombres, mujeres y niños que se encuentran en esa situación, es indiscutible que están vivos; pero, ¿viven?

Si aceptamos que la vida forma parte de la muerte, habremos dado un importante paso para aceptar que morir no es algo terrible; simplemente es, el paso ineludible por el hecho de haber nacido.

Sé que aún pasará mucho tiempo, quizás demasiado, para que nuestra Cultura acepte, como suyas, estas ideas que he expuesto. Son demasiados siglos de Historia que son difíciles de cambiar en unos pocos años; pero no pierdo la esperanza de que, algún día, el Hombre sepa diferenciar entre vivir y estar vivo.


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